miércoles, 12 de enero de 2011

Martes

Hoy tuve una sesión bastante productiva con mi psicóloga, pobre. Ayer fue uno de esos días difíciles.
Dos noches durmiendo completamente sola, digo completamente porque aunque no haya una presencia masculina siempre estoy con Abril, mi hija. Y como dice el gran filósofo contemporáneo Gustavo Cordera, por las noches la soledad desespera...
Martes. 08.00 hs. Suena mi despertador con un tema de Los piojos...Guadalupe tiene sed, y no tiene ni un cospel...automáticamente presiono APAGAR ALARMA todavía con los ojos cerrados. ¿Cinco minutos más? no, no hay tiempo. Y comienza mi día, lluvioso. Después de una ducha (en la cual pienso que Guadalupe tiene sed y no tiene ni un cospel..)y una chocolatada bien fría, ritual de todas mis mañanas de verano, elijo la ropa más enorme que tengo para pasar lo más desapercibida posible, si tuviera un traje de árbol lo usaría. Ascensor, presionar PLANTA BAJA y.....lo que te caga el comienzo del día.....mirarte en esos espejos....¡Qué horror! Creo que los espejos de los ascensores están diseñados específicamente para resaltar los defectos de las personas, pueden ser las luces, no sé... además, te miras en los peores momentos del día: cuando te vas toda desalineada, y cuando llegas desalineada y hecha mierda. O cuando vas a salir a la noche, abrís la puerta pensando que estas hecha una diosa, pero abrís el ascensor, te miras y decís: ¿por qué?
Volviendo al martes lluvioso, salgo, y son esos días en que creo merecer que los hombres no me dejen pasar por debajo de los techitos para no mojarme, me sigo indignando, pero no le doy tanta importancia, solo camino bajo el agua (obvio que no llovía a cántaros). Mis zapatillas de lona se la bancan.
Llego al trabajo, y como a la mañana no hay mucho que hacer, saco de mi morral un libro que me regaló mi muy mejor amiga Agostina para mi cumpleaños número 25, si, la semana pasada, el 6 de enero para ser más exacta fue mi cumpleaños. Retomo el libro que había dejado a un costado de la cama en la noche solitaria, "El albergue de las mujeres tristes" (lo recomiendo es excelente, gracias Agos!).
Luego de sumergirme en ese mundo salgo porque me da hambre, quisiera que alguien viniera a visitarme con una carne al horno con papas, pero como es imposible, decido ir yo hacia la comida. Guardo mi libro en el morral, y parto hacia el mundo exterior.
En casa no hay carne al horno con papas, hay arroz con queso que sobró de anoche. Lo caliento en el microondas, y a comer, con una coca cola para no deprimirme.
Tengo que hacer unos trámites en el banco y no quiero. Pero voy. Entro sin saber para donde ir, tengo que hacer un depósito en una cuenta corriente y no tengo la menor idea. Logro resolverlo y me voy con la frente bien alta, y me digo: ves? no era difícil, una pavada...Camino tres cuadras y entro a un farmacity, compro un quita esmalte y unas pastillas para la alergia y me pongo en la cooooolaaaaaa para pago fácil. Por dios! una hora haciendo fila, cada tres personas llegaba una embarazada o una anciana que había que atender.
Me aburrí tanto que me puse a leer los papelitos que me dio el cajero automático al hacer el trámite en el banco, y lo peor es que uno decía "Este cupón debe ser colocado dentro del sobre de depósito junto con el dinero PARA CONTROL INTERNO" ¡¿Y ahora?! Mi postura en esa fila de personas cambió, me puse derecha, colorada, empecé a sudar y a abanicarme con las boletas que tenía en la mano. Quiero saber si es grave no colocar ese comprobante en el sobre pero temo que piensen que soy una pelotuda. Y lo soy...
Finalmente pagué mis cuentas y seguí mi rumbo.
Ya oscureciendo vuelvo a mi casa, salgo del subte y observo un perfecto y brillante arcoiris en el cielo, sonrío sola y miro a mi alrededor para ver las expresiones de las demás personas, pero nadie ve ese arcoiris. Cada uno en su mundo sin detenerse un minuto para levantar la mirada y ver algo tan bello, algo insignificante, pero bello.
Llego a casa, recibo un mensajito de mi mamá: ¿todo bien, venís a comer?
Salgo casi corriendo, de nuevo el espejo del ascensor. Me largo a llorar.
Son tres cuadras que camino, y la que más me molesta caminar es la de la plaza, en Córdoba y Jean Jaures, mientras lloro, corren los pelotudos haciendo ejercicio alrededor, todos me ven y nadie se detiene a preguntarme si estoy bien, nadie te ofrece un pañuelo, y no es que me importen esos pelotudos, pero en ese momento hubiera usado el hombro de cualquiera para sonarme los mocos y contarle mis problemas, y tal vez, hubiera corrido con ellos.
Esa noche comí milanesas de pollo en lo de mi mamá y volví a cruzar la plaza pero ésta vez, con la panza llena (y el corazón contento), todavía había pelotudos corriendo alrededor, pero solo quería llegar, leer y dormir, y así lo hice.
Hoy vuelve Abril, que alegría! cómo te esperé!